“La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para curar al hombre” Carl Jung
No nos enfermamos por virus, parásitos y bacterias, tampoco por emociones reprimidas, nos enfermamos por los programas que hemos anclado de dolor en el cuerpo que luego se repiten de una forma u otra como reels en nuestras vidas y generan emociones que quedan atrapadas en lo físico, buscando el órgano más débil (o relacionado simbólicamente con el conflicto) para anclarse en él.
La enfermedad nos incomoda, nos pone con falta de firmeza, nos vuelve improductivos y aislados y es ahí donde viene su grandeza ya que nos permite tomar un respiro, parar, sentir, auto observarnos, silenciarnos y ser testigos escuchando su verdadero sentir, el sentido de evolución y conexión que trae con ella.
Así el síntoma es ese aliado que nos permite reconstruir algo, un obstáculo, un dolor atorado, una memoria guardada que ha quedado como un pendiente, viene viajando en el tiempo, en el inconsciente y es momento de hacer su resolución.
Desde ahí podríamos ver la función evolutiva de la enfermedad como la potencialidad para la transformación, como una llave de autoconocimiento que nos lleva a acceder a lugares profundos; para alcanzar la coherencia en el aquí y ahora, de nuevo de algo vivido como conflicto que se reprimió.
La emoción siendo energía en movimiento, viene después del conflicto, por lo cual esta no es la que enferma, solo es la manifestación del programa instaurado de sobrevivencia; programa que se ancló cuando me sentí desvalorizad@, abandonad@, sol@, incapacitad@, obligad@, traicionad@ y/o rechazad@.
Nadie quiere estar fuera del clan, nadie quiere sentirse excluido, todos deseamos pertenecer, estar protegidos; cuando esto no aparece hago un movimiento inconsciente buscando el amor y se crea una máscara o armadura que más temprano que tarde no logra sostener tanto dolor, convirtiéndolo en sufrimiento, que activa un mecanismo para resolver la situación que llamamos: enfermedad y síntomas.
Entonces la verdadera sanación, es abrazar la enfermedad es convertirla en nuestra aliada para volvernos a parar firmes, para vivir desde la coherencia, para recordar que la vida pasa a través de mí, osea que soy más allá de lo físico y que existo independientemente de lo vivido de manera traumática.
Así que el reto es encontrar múltiples, posibilidades, miradas, interpretaciones para el conflicto que generé, pensando que era lo único que percibí como real en ese momento, que me permitió sentirme a salvo mientras tanto; pero que ahora me recuerda que la verdadera sanación está en resignificar lo vivido desprogramando lo anclado, soltando el dolor retenido para volver a sentir que soy más que mi propio dolor, “soy la expresión de la salud perfecta”.